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No hacen falta discursos

 las palabras
aisladas
son acopio. Plegadas,
desafían
la atención. Cuando digo
‘la hebra’
el mundo se devana.

Las palabras-semilla desarrollan
raíces, se despliegan
en árbol y florecen
de pie.
Vale la pena
contemplarlas.

Hay otras,
como gotas, que se alargan
en hilo, se convierten
en río y se confunden
con el mar.
Eran dulces
y son amargas.

Las que forman
cristales
te incluyen.
Lo que entra
ya no puede salir.

No queda nada
fuera.

Las herméticas
incuban lo que sientes.
No confirman
ni desmienten:
que sea
lo que es.

Las palabras se unen
de a dos, de a tres,
y forman las guirnaldas
del tiempo.
Cuando acaban,
el tiempo se repliega
de nuevo.

¿Cuántas veces
atestiguan en contra?
No diríamos
‘diversión’, ‘pasatiempo’,
ni en otro orden ‘éxtasis’, ‘transporte’,
si no fuera deseable
perderse:
cuando pienso
‘nirvana’,
palabras y palabras y palabras
se anulan,
se desdicen,
y se abren

las trampas.
Este buda

te saluda.




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