Pachamama

Yo no toco el cielo con las manos
pero camino la tierra pedregosa
lo seco del sendero incómodo, ondulado
por el que van los collas.
Los sigo como víbora ascendiendo
llevada por el viento dulce
de sus trombones.
Como la extraña que soy, la deslumbrada
me extasío ante la fiesta de sus ropas,
sus plumas, sus coronas.
Sigo la ronda de cerveza derramada
sobre la Pachamama, la ofrenda de embriaguez
con que esta noche
entramos todos al mundo del Espíritu.
Todos, aun yo
que no bendije mi sueño en la Apacheta
ni entregué mi tesoro
a la cosecha que nadie me enseñó a adorar.
Porque soy blanca
no sé más que mirar con ojo ajeno
la fanfarria que avanza en dirección al templo
erigido en Kalassaya
y copiado en la loma, entre las tunas
en la aridez del Alto comedero
por los bloqueros negros de Milagro,
“la flaca”, emponchados de ovejas y vicuñas.
Y al asomar el Inti
por detrás de los cerros
imito el gesto abierto de sus palmas
que crepitan al calor del rayo
apabullantemente vivas. Porque soy blanca
y extranjera
no toqué al animal sagrado ni veneré a los muertos
vestidos para subir con él, tampoco he visto
sembrar a Mama Quilla las semillas prolíficas.
Todo lo que renace y lo que muere
se aloja entre sus manos
reflejo de obsidiana en el dorado
del amanecer. Porque soy blanca
disipé la fortuna del solsticio
que hoy enriquece el corazón de mis hermanos.
Ni un solo día fui comida por el hambre
no fui esclava del hombre del Ingenio
el azúcar fue dulce para mí.
Por mis poros no pasan los secretos del Inti
porque él no confía
en esta piel que ha negado su influjo
la chispa por la cual
entra el misterio como entra el amor
haciendo despuntar la flor de la humildad
de los guerreros. Veo las lanzas del dolor
a punto de volar
ya detenidas. La infinita paciencia
que al grito de ¡Jalalla!
le da vida otra vez al gran Tupac, víbora brava
que inocula justicia entre los dedos
de un Supay congelado en el invierno
que en el alba soy yo.






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En éste espacio el blog me pide que me presente. ¿Qué decir? nada extraordinario. Una viajera, alguien de paso. Vivo en La Rioja, Argentina y a diario encuentro éstas perlas que intento guardarlas aquí. Son regalos, agua fresca, oxígeno para el camino.

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